Tenia 18 cuando conocí a la que alguna vez definí como "la chica mas buena del mundo", claro que no lo era, pero algo (que no recuerdo) habría hecho para lograr sacarme tal frase. Era una morocha de pelo ondulado, de buena boca y piernas tendientes al infinito. Como es de esperarse no pasamos los 4 meses sin que yo diluyese todo en la nada misma y nos dejáramos de ver. Pero, ¿Porque?
Momentos. "Hay momentos para todo, hay momentos para comprar y momentos para vender" sostiene el pelado que me hace asados los domingos mientras cuenta su primera paranoia canábica.
No hablo de los que son el uno para el otro entre las 4 y las 7.30 am de un sábado. Sino esas personas que uno sabe que en otro momento, lugar, contexto, o lo que sea, la historia podría tener un final distinto.
Deberíamos dejar de pensar en esa persona que encaja con nosotros de forma perfecta, en ese rasti humano que se nos ensamblará para formar una sola pieza. Deberíamos dejar de pensar así por que quizás esa persona haya ya pasado. Quizás apareció justo cuando salíamos o entrabamos en otra relación. Tal vez estaba en el cumpleaños en donde fue nuestra/o ex y "no daba para hablar con otra/o". Acaso ese día estaba "demasiado ácido" como para que me mirara con ojos de tigre.
Las personas ensamblan más por momentos que por esencias. Pensarlo así no explica todo, pero rompe con la categoría de destino y (en esta casa) eso siempre es bienvenido.