Como si no tuvieras nada que decir, mis manos atestiguan que te has llamado a silencio.

Y yo, que no entiendo cuando hablas, extraño el tenue susurro de tu trazo firme en papeles inadecuados.

Tal vez estés replegado, quizás solo introspectivo.

Pensé que era el dolor de volverte a sentir gris. Un ser de hollín en un mundo seco de colores.

Pero no.

Es el temor de convertirte en un “ha sido”, o aún peor, en un “nunca fue”...

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