Yo, yo y mi otro yo

Estoy cansado de vos. Tu inútil y patética presencia ha perdido su encantamiento lastimoso. Ya no me interesas, pero no me eres indiferente, perjudicas mi día cada vez que te cruzas. Ojalá no lo hicieras. Dichoso sería si te fueras lejos... o mejor aún, si desaparecieras.
Que alivio no tener que disputar por los dominios de un ser que comandaste hacia esta imagen vergonzosa y auto consciente de sí mismo. Hazte cargo y vete. Nunca fuiste necesario, eres un ancla que sujeta lo que por derecho de felicidad otorgada no mereces.
Lo lamento, pero es tu culpa. No me interesa lo que hoy ofrezcas, ni cuantas revanchas creas merecer. Murete. ¿De que te asustas? ¿Acaso has ganado algún otro deseo?
Guarda tus banderas, quita los estandartes y deja que te olvide. Actúa con la dignidad que jamás brindaste y esfúmate. Borra tu presencia y deja que tu recuerdo se diluya en utópicas pesadillas.
Olvida las cicatrices que provocaste así como la idea de ocultarte tras ellas. Por que a pesar de ser su fuente de existencia, son ellas las primeras en abandonarte. Aún cuando con ello un impulso tanático las convierta en un tipo de anacoreta más cercano a lo cobarde que a lo voluntario.
rgp

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