Cuando el pasado viene de visita, no queda otra que sentarte y charlarle un rato. Siempre soberana de si misma, de mi, de todos, se sentó en mi living después de años. No lo conocía, pero se movia como si fuese más suyo que mio. No se inmuto con el orden, no se sorprendio del oculto desorden.
4 años pasaron para compartir un rato, para sentarnos solos sin terceros. Para decirle que algunas cosas me siguen costando, para explicarle sin vergüenzas que no quiero exponerme sin sentido. Por primera vez ella no dijo nada, calló, asintió, tomo el mate y siguió el ritual. Que su hijo, que su suegra, que su pareja. Que mi trabajo, que mi abandonada facultad, que mis vacaciones.
Las 2 horas volaron, se escurrieron entre los dedos, que esta vez no trataron detenerlas. Solo las dejaron fluir sin querer más que refrescarse.
